En general, se siente en el quinto piso, una atmósfera poco ligera, como si hubiera en el aire algún gas en desequilibrio. Como si de alguna manera todos estuvieran conectados a una cámara sin oxígeno, esperando ser liberados. En su mayoría extranjeros. Tienen poco tiempo para distraerse, pero se han hecho buenos amigos. Hacen reuniones semanales donde tratan de negocios inexistentes y hablan sobre las preguntas universales sin respuesta. Bebidas y uno que otro chascarrillo, pero todas esas preguntas siguen en el aire. En la habitación número uno vive un latino. Trabajando de este lado del mundo, extrañando a su esposa. Pensando en resolver el problema de la economía mundial, donde fracaso tras fracaso, ha llevado su vida a un agujero del que cada vez es más difícil salir. Él espera ser lo suficientemente constante, como para terminar cavando un agujero que lo libere del otro lado del globo. Yo creo que lo va a lograr. En la habitación número dos, una pareja, que en común tiene muy poco. Lo que más los caracteriza, es el silencio. Son buenos para eso. Habitación número tres, dos europeos. Se llevan bien, entre ellos son el balance perfecto, pero acaban de notificarles que pronto perderán su empleo. Regresan a su país a la incertidumbre del mañana. Han tratado de hablar hasta con los ángeles pidiendo ayuda, pero en el fondo ellos saben que hay caminos que tienen ya su rumbo trazado. Yo vivo en la habitación número cuatro. Sé que el tiempo de mudarme se acerca aunque aún tengo asuntos sin resolver. El mayor de todos vive en la habitación número cinco. Él es sabio, y misterioso a la vez, todos los demás lo buscamos constantemente para recibir consejo. Él ha sabido sobrellevar la vida a pesar de todos los retos que se le han presentado. Él ha visto a muchos ir y venir. Ahora, en el quinto piso algunos van empezando y otros pueden ver la recta final, muy cerca, pero todos hemos aprendido lo mucho que la vida cuesta.
jueves, 25 de febrero de 2010
Depresión en el quinto piso
lunes, 22 de febrero de 2010
Artista
Estaba por terminar su carrera en arte cuando el doctor le dio la noticia. Su cabello largo con destellos dorados, estilizada figura, mirada alegre. Ese tipo de persona que atrae a cualquiera. Y pudiendo haber tenido a cualquiera, confió en el hombre equivocado. En ocho meses se enfrentaría con las responsabilidades que jamás en su vida había tenido. Tenía miedo, pero ese miedo no la hizo tomar ninguna decisión de la que pudiera arrepentirse. Era madura, y sabia que todas las acciones tienen sus consecuencias. Estaba sola, sola en este viaje que tenía que recorrer al cuidado de un bebe. Pasaron algunos años. Ahora se sienta en su piso de madera, mirando a su niño jugar a su lado. Ahora la vida le da un día nublado, y esa sonrisa se transforma en llanto. Pero es fuerte, sueña con poder un día ver a su hijo terminando la escuela, y ahí sentada, observa el egoísmo juvenil desvanecerse de su memoria. Ahora sólo piensa en él.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)