Aproximadamente hace un mes, empecé a juntar mi papelería para aplicar a una escuela de verano. Escribir cartas, actualizar mi curriculum, pedir recomendaciones, diplomas, certificados ... y esta vez parecía que tendría todo listo con tiempo de sobra. Ahora me quedan sólo 10 días para que el paquete con mi aplicación, después de cruzar el Atlántico, llegue a las manos de la persona encargada de admisiones. Yo, aquí sigo, esperando dos cartas que vienen del mismo lado del Atlántico al que tendre que devolverlas en un paquete. Qué cartas tan afortunadas, siendo sólo cartas, tienen el privelegio de cruzar el Atlántico dos veces, mientras yo espero que el contenido de todos esos papeles logre convencer a los altos mandatarios de escogerme para tomar parte en su escuela de verano.
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